“Las interconexión de una Nación: Nueva propuesta curatorial del Museo de Arte de Puerto Rico”

miércoles, 1 de agosto de 2012

El Museo de Arte de Puerto Rico estrenó su nueva curaduría este pasado mes de julio con el título Interconexiones: Lecturas curatoriales de la colección permanente. La propuesta curatorial, de carácter temático, representa en cada una de sus salas trazos de lo que se han reconocido como manifestaciones culturales puertorriqueñas. Entre las más curiosas podemos destacar Plátano Pride: Orgullo y desafío, Memorias de dos islas: El artesano de Loíza y la barbería en Nueva York, Videoarte: El medio cambiante, De aquí y de allá: el sincretismo cultural puertorriqueño y Visita a El Velorio: reinterpretaciones de una obra maestra. El proyecto es uno participativo con intención de que el que visite el museo pueda crear sus propias interconexiones.

El conglomerado identitario puertorriqueño representado se enfoca en las prácticas cotidianas. A pesar de ser una curadoría temática, el trastorno de una modernidad forzada se representa en la mayoría de las salas, partiendo de un cambio cultural debido a procesos económicos, que se organizan cronológicamente. La cronología del siglo XX, la colección se concentra en este siglo, está inmersa y mezclada en las piezas, las diversas representaciones de la puertorriqueñidad habría que identificarlas en la creación de mezclas dentro del cuadro, el video o la música.

Las interconexiones de espacio y tiempo se representan dentro de cada una de las salas como entre cada una de estos espacios. La influencia europea en la pintura local: Tradición y Novedad, nos remite a interconexiones entre un pasado y un presente y sus sincretismos. El sincretismo cultural puertorriqueño, como se describe la exhibición De aquí de allá, interconectando diversos espacios, sugiere influencias culturales de países diversos donde se encuentran las raíces de la cultura puertorriqueña. Otra de las salas que sugiere interconexión entre espacios es Memorias de dos islas: El artesano de Loíza y la barbería en Nueva York, una propuesta que interconecta múltiples medios, dos espacios geográficos y dos oficios, uno parte de la tradición folclórica puertorriqueña y el otro dentro de la cotidianidad de la puertorriqueñidad en la diáspora nuyorican. La sala Plátano pride, por su parte, hace alusión a la conocida frase mancha de plátano, la cual sugiere cierta incapacidad de desprendernos de valores y costumbres determinantes en la construcción de la identidad.

La sala Videoarte el medio cambiante nos remite a la influencia tecnológica y al cambio en los métodos de representación, que podría bien contraponerse con las piezas de José Campeche y Jordán, dos extremos en lo que parece ser la historia del arte puertorriqueño. La más completa representación de un parto prematuro ante la inducción moderna es la reinterpretación de El Velorio (1893) de Francisco Oller que hace Rafael Tufiño (1981), donde se contraponen las imágenes de finales del siglo XIX con las imágenes de la cotidianidad puertorriqueña a finales del siglo XX. La contraposición de dos finales de siglo ante la marcada industrialización, la migración y el acceso a nuevas tecnologías.

En fin, el nuevo Museo de Arte Puerto Rico presenta una polifonía de imágenes que nos remiten a la nostalgia por un pasado truncado por una modernidad impuesta, que responde a la producción artística de este siglo. La curaduría es producto de los cambios en métodos, tendencias y estrategias, tanto en la producción artística como en las tendencias de curación. Destellos de espacios épocas e influencias se van desplegando donde la cotidianidad es el rey.

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